El “cachascán”

Sin duda es una de las cosas que más me gusta de los libros, tienen el poder de transportarte en el tiempo. Isabel, tenemos algo más en común, tú tuviste la dicha de presenciar este hermoso deporte, como lo dijiste, en primera fila, en vivo y en directo; tuvieron la suerte de tener la salsa de tomate en la camisa como una prueba triunfal de haberla presenciado. Mi historia con el abuelo, en cambio, fue a través de una pantalla, es uno de los vagos recuerdos que tengo de él, le gustaba ver estas peleas.

El cuarto de los abuelos estaba justo arriba de la cocina, mientras mi mamá y la abuela preparaban la cena tú estabas arriba presenciando cómo estos señores se mataban entre sí, cuando la cena estaba lista, no sé si por flojera o por costumbre cogiamos la escoba y tocábamos el techo de madera para que papito baje, de todas esas cenas la que mas recuerdo es la sopita a la minuta. Me viene a la memoria más recuerdos tuyos, papito, recuerdo claramente viéndote jugar a las cartas con la abuela, o como ustedes lo llamaban «la timba», también recuerdo que te gustaba ver el programa de Magaly, recuerdo nuestra tele en blanco y negro, recuerdo tu baúl, siempre que lo veía creía que guardabas algún tipo de tesoro, con los años descubrí que no se trataba de nada más que sublimes, algo de dinero y ropa; ese baúl, luego de tu muerte, se convirtió en el lugar donde la abuela guardaba las papas que obteníamos por intercambio de ropa, las llenada de hierba buena y las guardaba porque decía que así duraban más. Tu cuarto,abuelo, muy pocas personas lo usaron después de ti, la abuela decía que tu espíritu estaba ahí y no la dejaba descansar, ella tampoco pudo, se convirtió en el cuarto de invitados, en el almacén de la comida, donde iban a parar los muebles y cosas que ya no se usaban. Para mi sin embargo, es como tu baúl y prefiero que en mi memoria se quede así, contigo en alguna parte de ese cuarto, contigo y tu tele y tu cartas. Ese cuarto tiene pedazos de todos los que alguna vez pisamos esa casa, quizás en poco tiempo no exista más, pero ten por seguro que mientras viva en mi memoria siempre estaré con una escoba en la mano golpeando el techo para que bajes porque la cena ya está lista.

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